jueves, 6 de diciembre de 2007

Amanece

Amanece, pero yo no quiero que vos amanezcas tan rápido.
Prolonguemos en una eternidad inventada esta noche oscura.
Extendámosla en nuestras mentes, que se pasée por nuestro cuerpo,
que salga a través de los dedos, que nos toque mutuamente un aire de amor sin freno.
Aunque nos desangremos sin compasión, y gritemos del dolor, por favor aún no amanezcas.
Espera a que la Luna salga, vete de noche, vete como llegaste, para evitar la sensación del "antes y después".
Porque si partes con el sol, será un nuevo día, un nuevo cielo, un despertar distinto.
Pero de noche, dejaría sensación de que el tiempo nunca pasó, de que nada de lo ocurrido ocurrió.
Y los besos quedarían atrapados en el colchón, hundidos bien al fondo, respirando mi ardor.
Y los suspiros en cada rincón de la habitación, susurrando cada movimiento de color que compartimos los dos.
Amanece e, indefectiblemente, te vas...
Te llevas la sábana, me dejas desnuda, te llevas mi alma, te llenas de culpa.
Caminas alejándote y el cielo recibe al Sol, ya es de día.
Un nuevo día, me dejó marcada.
El calor de tu cuerpo se mezcla con el del sol, pues ahí te escondes, y me quemas ya de amor.

lunes, 3 de diciembre de 2007

Pseudo-viajes del pensamiento

Todo bien, acá, un poco pensativa.
¿Qué dije?
Hay períodos asombrosos de tiempo (quince minutos, veinte, una hora tal vez si estoy acostada preparada para dormir) en los que no puedo evitar analizar una cuestión atrás de la otra, una situación, su problema, su posible resolución, el siguiente problema; tanto pienso y calculo y planeo e imagino "cómo sería" (con una rapidez que asusta porque pareciera una máquina procesando sensaciones), que cuando finaliza este pseudo viaje por mis pensamientos y sentimientos, no recuerdo nada de lo que pensé y solo me queda la sensación de estar aturdida.
Nada.
Aturdida.
Para figurarlo graficamente, yo creo que habría que proyectar mi cabeza y todas las ideas que salen de ella: se van volando, forman nubes de infinitas formas y allí arriba se quedan, no vuelven; pero de alguna forma, continúan en mí. Su alma central está arraigada.
Entiendo que es momento de impedir que mis pensamientos dolorosos cambien de forma como las nubes y sobrevivan; debería yo en cambio ponerlos frente a mí, como cuando el sujeto aprehende al objeto, lo conoce, para finalmente poder controlarlo.
Entiendo que es El momento.

¿Qué dije?

domingo, 2 de diciembre de 2007

Primera Entrada:

En el silencio oscuro y pesado de la noche todo parece más grave, urgente, impactante.
Una palabra desatada por el silencio histórico de mi alma resulta igual de shockeante, o aún más.
A veces me resulta sorprendente cómo podemos llegar a sorprendernos de nosotros mismos, si al fin y al cabo somos nosotros mismos; piel, carne, huesos, alma, mente, uno mismo se sorprende de aquello que nos acompaña desde que nacimos y va mutando, un poco más, un poco menos, mientras vivimos y hasta que morimos.
Quiero encontrar la salida, que es la entrada, que es el camino, necesito un grito de la noche esclarecido.
Pero no me resulta fácil. Al principio existe la intelectual capacidad de hacer cargo de mi doloroso impedimento al mundo y sus hostilidades, sus conservadores pensamientos, sus mierdas recalcitrantes. Pero después (a veces) sucede que uno lee a Freud, va a terapia, se mira al espejo, y se sorprende. Porque el espejo está bien lejos de la calle, de la sociedad, de la frontera; el espejo está en la puerta de mi placard. No hay nadie que me diga "está mal, está bien, no, sí". Y cuando me realicé de que era yo misma la que juzgaba estrictamente cada uno de mis pasos, no tuve más opción que aceptar la sorpresa y el problema. Estaba cerca de la salida y de la entrada. Estoy, sigo pendiente, del grito de la noche esclacerido.