sábado, 29 de noviembre de 2008

Fiebre

Conduciendo una nave no espacial presiento el lugar de destino antes de llegar.
Me voy de viaje con tus labios de papel, y beso las quemaduras de tu piel.
Vamos a consumar un par de actos en el espacio sideral.
Vamos sin pensar en eso que nos obligaría a parar.
No importa si en detalle o en ideas principales es que vamos a vibrar, porque esta noche está insolada desde que se rozó con tu mirar.
Y cuando me vaya volando, tal vez te deje un par de alas para despegar.
Y cuando me encuentre ya muy lejos, se que voy a pensar:
¡Aquí no ha pasado nada! (de lo que debía normalmente pasar)
¡Aquí ha pasado todo! (de eso que no tenía que pasar)

viernes, 28 de noviembre de 2008

Ahí no hay nada

Estamos ahí bajo la lluvia, arriba de una cama. Se nos innunda la vida, estamos ahí.
Nos movemos al ritmo de la contradicción "frío de la lluvia-calor de la cama".
Se nos contradice la vida, nos arrancamos de raíz.
Alrededor, ¡qué nos importa! No existe ningún alrededor. Estamos situadas en la complementariedad de nuestros egoísmos, secando las gotas con saliva, prendiendo fuego la tormenta, abriendo los ojos en donde nada vamos a ver; estamos situadas en la complementariedad de nuestros engaños intermitentes que caen como cuchillos y descansan en el colchón.
Realidades paralelas nos invaden en forma de cruz, con el peso de una cruz y el filo del metal.
Voy a desplazar todo lo que quiera fuera de mi plano, llueve sobre las cruces y no pienso salvar ni una.
Tampoco se si quiero que nos salvemos.
Hoy ya lastimamos, ya dolimos.
Después de todo, otra intermitencia.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Dulce descontrol

Una vez te busqué tras el humo, y ahí estabas, danzando entre las llamas que sólo yo podía ver.
Dos veces te busqué tras el sabor del vicio, y ahí estaba tu boca, ¡grandiosa salvación!
No sabía, dulce descontrol,
serían tan efímeras nuestras pitadas. No lo sabía, ¡dulce descontrol!
El querer no es cuestión de querer querer. No pudiste sentirme, aunque yo te sentí poder.
El sentir no es cuestión de querer poder.
La incertidumbre de dos ojos todo lo puede.
Me puede.
Pero no es asunto mío aquel dulce descontrol.
Tres veces te busqué tras las preguntas, mas nada quedó claro.
¿Qué cable te cortaron por error, que solo cabe el terror en tu mochila adolescente?
¿Qué peso llevás ahí, qué espanto de visión?
No sabía, dulce descontrol,
serían tan efímeras nuestras miradas y el rock and roll.
Cuatro veces te busqué, quería decirte "tengo el auto, vámonos de aquí".
Pero en tu lugar sólo arden las llamas... yo puedo ver.
Quiero decirte,
tengo el auto.
Vámonos de aquí, ¡dulce descontrol!

martes, 18 de noviembre de 2008

Ojos de humo

Ojos rojos escupen humo e invitan a fumar de la belleza esculpida que nace en su boca, que es su boca. Las palabras sólo son destellos en medio de la noche, hoy la niebla no se abre con nada y libramos la imaginación al poder de la imaginación. Subimos por ese espiral, sin parar, no tenemos noción de lo alto que podemos llegar ni con qué nos vamos a encontrar, entre la niebla.
Se rajan las gargantas, pero mantener la mirada siempre fue algo que me emocionó.
Somos pasajeros en esta vida pasajera, lo estático nos abruma, aunque sabemos que algo siempre se va a mover. Y al final no se si lo que nos abruma es lo estático, o la espera del movimiento, la tristeza o el miedo a la felicdad que viene.
Tarde o temprano nos vamos a encontrar. Porque los ojos rojos también lloran, gozan, matan, mueren, renacen de sus cenizas, se vuelven a encender y otra vez a subir.
Cuando nos cansemos de morir para poder ser, ahí vamos a empezar a vivir, vamos a ser quienes somos.
Vamos, ojos rojos.

sábado, 15 de noviembre de 2008

De la amistad entre alcachofas

Vení, acercate. Escuchemos lo que la lluvia tiene para contarnos. Que tenemos por bien vivido lo llovido aunque nuestros ojos hoy sean barro. Estas son las gotas que limpian a las gotas que lastimosamente rodaron por nuestras almas. Estos somos nosotros tratando, no te alejes, no te traiciones. Probemos una revolución distinta en cada esquina, entre remolinos de viento, volemos en este torbellino, que un día se acaba. Gozemos de la locura que nos salva, querido amigo, porque sino no nos salva nadie. Siempre tendrás mi mano, siempre te estoy agarrando. Estos somos nosotros cayendo sin caer. Cuando la lluvia golpea en la ventana, ese es el momento, la única forma en la que pienso que estoy sintiendo al cielo, ni dios ni infierno. Y a veces me vuelvo barro, a veces me prendo fuego. Pero nunca voy a estar sola, y vos tampoco, porque ¡tanto es lo que te quiero!

Dedicado a Nino Sarli, mi hermano del alma.

Banca rota

Y al final está ese beso, el que salda la cuenta, el que te deja en banca rota.

Ayer tu boca le dijo a la mía que ya no habrá más de ese ahogo, el causante de la instantánea muerte bella*. Entonces me despedí y caminé decidida hacia la salida, sin mirar atrás. Paré un taxi y me subí. El viaje hasta mi casa se convirtió en un viaje por las calles que vos y yo caminamos, por los momentos en que nos mirábamos sin decir nada, por las palabras que nos dijimos y también por las que callamos. Miré para atrás y te lloré, una y otra vez.

Decidí que no más, aunque después me dormí con tu nombre entre los labios; ese después traicionero, engañoso. Porque al día siguiente el dolor parece más lejano, y tenemos la certeza de que podemos volver a pasar por lo mismo, una vez más, un rasguño más, otro suspiro. Así que al final está ese beso, otro más, el que salda la cuenta y me deja el corazón en banca rota, sin libertad.

*proveniente del capítulo 7 de Rayuela

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Consumida

Cuántas noches, mi amor, ¿cuántas noches hubieran sido? ¿Cuántos días camuflados bajo el poder de las sábanas y bajo la influencia de tu cuerpo durmiente?
Hay pensamientos que me provocan un estado de encierro mental, seguido por la desesperación ante la falta de salida. O mejor dicho, ante la imposibilidad de volver a entrar.
Necesito que el agua hidrate ciertas raíces que olvidé. Revivir senderos de vida que juré no volver a transitar. Asumir cuestas que nunca voy a poder emprender, cuestas que sólo se bajan, sin mirar atrás.
Una vida llena de andares y venires. El impedimento de asentarse, el miedo a permanecer, porque es sabido, en algún momento hay que seguir.
Yo te miro todos los días, todos, aunque vos no me veas a mí. Lo sabés.
Y entonces me dedico a consumir mi vida en cigarrillos, humareda que recrea ciertos fantasmas, imagino tu cara del otro lado, aspirando el humo. Pero acá sólo hay un cenicero que rebalsa errores y frustraciones y vos no vas a llegar.
Se acabó el pucho. Fue un gusto, corazón.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Viernes

Desplazamientos de objeto
que absurdamente acepta mi cuerpo.
Besos con nombre a poco cierto,
besos con nombre a no resuelto.

Nena yo quiero ver la desnudez de tu alma.
No puedo reemplazar amor por saliva usada.

Nena yo quiero ver la desnudez de tu alma.
No quiero adivinar quién está hoy conmigo en la cama.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Sangre tinta

Como tratando de palpar los sentidos decido tatuarme en esta hoja, para siempre. Mi sangre es la tinta y le pone palabras a lo que no se dice, desparramando sentimientos por los renglones.
Alrededor la vida como si nada, como si todo, proyectando sombras en mi papel, sombras que son la intersección entre este mundo escritura y el mundo nada todo.
Yo apoyo la cabeza en una parte del todo, pero (la) nada cobra sentido. No es tu parte. Sólo son canciones que se me clavan como pedacitos de vidrio transparente en los que reposa mi alma aturdida.
A mi también me altera la situación. Pero dejemos que todo desaparezca y después dejémonos morir, si es que todavía no lo hicimos. Y no me vengas a hablar a mí de buscar en el primer piso lo que supuestamente está en el sotano.
Hoy y para siempre me escondo detrás de esta hoja, encierro mi sangre en esta tinta para no volver a desparramar sentimientos por los renglones, por los amores.

Desgarro

Que la luz bañe mi llanto, aunque el esfuerzo de levantar la persiana implique desgarrarse unos cuantos músculos, incluyendo el corazón.
Escher no tiene ganas de dibujar hoy, se fugaron los colores por un plano impensado.
Me escondo en la nebulosa de estupefacientes y amortiguo la realidad, escapándome una vez más. Pero siempre está el día después, en el que tengo que abrir los ojos y ver lo que hay que ver, o mejor dicho, lo que no hay para ver.
Porque me faltó ver cómo se deslizan tus dedos por las cuerdas de acero y me faltó verte dormir. Porque me faltó ver tu cara de despedida y me faltó verte ir, para no volver.
(Aunque sea ciertamente estúpido que te falte algo que nunca estuvo).

No puedo seguir escribiendo.