domingo, 2 de marzo de 2008

Nunca mía

La única forma que tenía de,
era volver caminando por la avenida. Esa que caminamos una madrugada atrás en el tiempo y te nombramos al pasar, sabiendo que siempre estabas, implícita.
La única forma que tenía de,
era volver caminando muy lentamente, asegurándome de no evitar que la lluvia me limpiara la cara, aliviara la velada, y apagara un par de velas que ardían sepultadas en los huecos de mis ojos.
Porque una noche dejé mis zapatillas debajo del castillo y unas horas después logré contemplar la Luna.
Y sé lo que -para vos- significa somatizar. (Todavía me duele entender algunas cosas)
Pero el dado estaba girando y nadié apostó su amor por mí.
Casi como recompensa, cuando la princesita habló de transparencia, pude respirar.
La duda nunca mía.
Siempre de los otros.
Siempre de las otras.
Por eso pudimos retirarnos del castillo y sus alrededores.
Con todos los honores de ser quienes somos.

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