viernes, 26 de junio de 2009

Feliz día

Ella camina ocho cuadras y llega a su casa. Él la espera.
Mientras que transitan el tramo que los lleva desde la puerta de entrada hasta el ascensor, comentan la nueva conformación arquitectónica del pasillo. Ella recién conocía tal disposición, la novedad, pero las paredes y el piso ya habían sido modificados, mucho tiempo atrás.
Entran al departamento. Pasan un rato oyendo obras maestras de la música clásica y otras canciones populares de su infancia. Él graba un disco para ella, con piezas seleccionadas especialmente. Se agradece.
Deciden salir y almorzar, para festejar el día que su relación ameritaba festejar.
Antes de abandonar la vivienda, ella piensa que todo estaba igual, excepto ellos.
Llegan a destino, se sientan para comer. La charla que media la situación, por momentos austera, por momentos cordial, le produce a ella una presión en el pecho que no podría explicar. Una urgente necesidad de llorar, acompañada de la costumbre añeja de no decir demasiado.
Él, de a ratos, se entretiene con su teléfono celular. Una rápida vía de escape, tecnologizar los encuentros cercanos del primer tipo.
Tocan temas de economía, política, las elecciones que se avecinan. En esos casos, todo marcha sobre ruedas. Teorizando ante los sentimientos cercanos del primer vínculo.
El encuentro llega a su fin, se toman algunas fotografías. Sonrisas.
Se despiden en la vereda. Ella le dice "Feliz día, pa", él la abraza.
Toman caminos exactamente opuestos.
Ella camina a su casa, pensando, entre muchas otras cosas, que no le había dicho que lo quería. ¡Y tanto lo quería! Pero, ¿hacía cuánto no lo hacía?
Sigue caminando. Piensa que todo está igual. La vereda, los edificios, los comercios, y ellos también.

martes, 23 de junio de 2009

Error

Sos una línea dibujada en mi mano.
O será tu fantasma que viene a reemplazar este miedo, innombrable.
El temor a tocar tu cuerpo, que a duras penas rodéo con palabras.
Delimitando el deseo equivocado, verbalizando tu silueta.
Nos pasamos los días escribiendo la letra de nuestra canción, una fortaleza de papel, que cuidaré hasta el final.
No dormiré hasta que despiertes, porque no quiero pronunciar tu nombre al cerrar los ojos.
Ese nombre que aparece cuando mi boca se mezcla con otra.
Innombrable.

sábado, 13 de junio de 2009

61 palabras

La revolución era la utopía y el amor el arma. Después la revolución se murió y el amor se convirtió en utopía.

Desparramé mis emociones sobre un tablero de ajedrez y empecé a sentir estratégicamente, a medir cada movimiento.

Pero, un día, un par de ojos te pueden despertar. Romper toda táctica, inclinar el tablero y sacudirte la vida.

Algo cambió.

martes, 2 de junio de 2009

En el espejo

Su corazón se desploma como las brasas de un cigarrillo, cuyo futuro de cenizas es sabido, inevitablemente.
Poco a poco se mimetiza con el suelo, se desvanece en él y siente el peso de la vida que la pasa por encima y no pide perdón.
Pero ella no necesita el perdón de nadie. Ella necestia su propio perdón.
Entonces, desde abajo, aplastada, decide imaginarse frente al espejo. Ese objeto en el cual intentó reflejar sus sentimientos, inútilmente, una y otra vez, porque jamás se los devolvió.
Sus sentimientos, los perdió, no los supo ver.
Ahora mueve los labios, tibiamente, (se) pide perdón, por primera vez.
Levanta un brazo y señala, se señala, se apunta, se pide perdón, otra vez:
Por ser tan cobarde.
Abre los ojos, mira, se mira, se pide perdón:
Por llorar tanto, durante años, por amor, la eterna obsesión.
Mueve una pierna y patea, se patea, se pide perdón:
Por correr, por huír de la felicidad.
Mueve los labios, pero esta vez abre toda la boca, grita, se grita:

NO TE DESPLOMES, NO ESCRIBAS TU FINAL,

la próxima vez no te lo voy a perdonar.