viernes, 26 de junio de 2009

Feliz día

Ella camina ocho cuadras y llega a su casa. Él la espera.
Mientras que transitan el tramo que los lleva desde la puerta de entrada hasta el ascensor, comentan la nueva conformación arquitectónica del pasillo. Ella recién conocía tal disposición, la novedad, pero las paredes y el piso ya habían sido modificados, mucho tiempo atrás.
Entran al departamento. Pasan un rato oyendo obras maestras de la música clásica y otras canciones populares de su infancia. Él graba un disco para ella, con piezas seleccionadas especialmente. Se agradece.
Deciden salir y almorzar, para festejar el día que su relación ameritaba festejar.
Antes de abandonar la vivienda, ella piensa que todo estaba igual, excepto ellos.
Llegan a destino, se sientan para comer. La charla que media la situación, por momentos austera, por momentos cordial, le produce a ella una presión en el pecho que no podría explicar. Una urgente necesidad de llorar, acompañada de la costumbre añeja de no decir demasiado.
Él, de a ratos, se entretiene con su teléfono celular. Una rápida vía de escape, tecnologizar los encuentros cercanos del primer tipo.
Tocan temas de economía, política, las elecciones que se avecinan. En esos casos, todo marcha sobre ruedas. Teorizando ante los sentimientos cercanos del primer vínculo.
El encuentro llega a su fin, se toman algunas fotografías. Sonrisas.
Se despiden en la vereda. Ella le dice "Feliz día, pa", él la abraza.
Toman caminos exactamente opuestos.
Ella camina a su casa, pensando, entre muchas otras cosas, que no le había dicho que lo quería. ¡Y tanto lo quería! Pero, ¿hacía cuánto no lo hacía?
Sigue caminando. Piensa que todo está igual. La vereda, los edificios, los comercios, y ellos también.

No hay comentarios.: