Cuando la brisa besó tus oídos yo estaba ahí, pero no me escuchaste.
No me viste dibujada en el arco iris del día después y me convertí en el charco que pisaste al salir de tu casa, esa baldosa floja que maldijiste una y otra vez, por manchar tu integridad.
Aún así, tropezaste con mis raíces cuando huíste al bosque y ya no me pudiste arrancar.
Me colgué un corazón, dimos fin a la lógica.
Fuimos una de esas sinceridades que no hace falta pronunciar.
Por eso me ahogué bajo las sábanas, y no lo soporté.
No me soportaba.
Cuando quise que me escuches, la brisa era viento y estaba por todos lados.
Me arranqué un corazón.
Y volé.
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