sábado, 7 de junio de 2008

3º 6

Mi hermano me advierte: "si vas, no volvés a entrar". Abre la puerta y mientras camino hacia el ascensor me río y le agradezco por obligarme a enfretar mis impulsos. Como para cerrar el tema en cuestión, él agrega: "no podés correr cada vez que...", "ya sé, ya sé", me adelanté. Basta. Subimos hasta el tercero. Su casa. Mi casa.
Me siento en la cocina y mientras mi hermano y su hermana mantienen un diálogo a cerca de dónde se habrían escondido las llaves de su madre, yo no puedo más que preguntarme qué era lo que quería ir a buscar a esa parada, qué era lo que quería encontrar, qué me hubiera encontrado, si no fuera por Él.
La sonrisa me delata y una vez acabado el tema de las llaves mi hermano se percata y comienza a mirarme mal. Nos vamos a la habitación.
Mientras preparamos mi colchón charlamos: que no es mi culpa, que son cosas que pasan, pero que tengo serios problemas mentales. Reímos. (¿Por no llorar? si tantas veces...)
Ya acostados él pasa a ser el protagonista de los conflictos y yo escucho sus inquietudes; entre sueño y realidad le pregunto, lo aconsejo, le digo hasta mañana.
Pero no me dormí rápido esta vez.
No podía más que preguntarme qué realidad estaba soñando, para ahora sí llorar, y decirte hasta mañana, sea donde sea que estuvieras.

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