jueves, 12 de junio de 2008

Florecido en graffitis


Llegué al patio hecho de puños que gritan a través de las paredes. Y paradójicamente, parada ante la estructura con más vida en años de todo mi colegio, mi ser absorvía un sabor a muerte proveniente de los rincones. Era como si la vida no encajara con la vida misma. Mi colegio medio muerto.
Recorrí el sin techo, metro a metro, leyendo los llantos que las manos habían plasmado en las hojas de la vida, y comprendiendo que algunos nunca abandonarían la contestación inteligente, suspiré un poco más tranquila. Mi colegio florecido en graffitis.
En el pasillo que me condujo hasta el espacio abierto, leí a un Cortazar de colores que enseñaba: "los graffitis no ensucian las paredes del mundo, liberan las mentes" (o algo así, no la pude retener exactamente).
En una de las paredes del patio, y éste fue el que más frío me causó, descansaba el siguiente verso: "Las habladurías del mundo no pueden atraparnos". Luis Alberto Spinetta, Pescado Rabioso. No cualquier verso, sino uno que le canté incansables veces a mi amor por entonces clandestino.
Mi colegio medio muerto florecido en graffitis no podía estar muerto, no podía. Aún así, esa fue la sensación que me quedó cuando, (después de recorrer pasillos buscando profesores que nunca encontré), salí por la puerta principal y me fui a la parada del 111, como en las viejas épocas.
Como todo lo que recién nace y florece, la sangre no tarda en hacerse notar.
Confío, como dijo el flaco spinetta una vez, que "mañana, es mejor". Y lo será, en parte, gracias a esos graffitis. Mi colegio nunca muerto, nunca.
Siempre, siempre vivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

parece q las verborragias de barrio norte florecen en invierno.

brindo x este espacio al q se t dio x llamar palabras en servilletas de papel