viernes, 13 de junio de 2008

Reencuentro(s)

Entonces respiro hondo y al día siguiente te repito la pregunta.
A las pocas horas me tomo la misma línea de colectivo que estaba de moda hace unos días, pero la que va en dirección opuesta.
Toda una ironía.
Las reglas de juego de la vida en su máxima expresion a la vez racional y a la vez misteriosa.
Te esperé lo que dura un texto en desenmascarar a Mitre, con mis debidas pautas de ojo de linze analizando las cualidades argumentativas del autor, (que ya no recuerdo quién era) y lo que dura el discurso de un profesor ante una universidad de algún país de Europa del Este cuando cayó el muro.
Bastante, sí, te esperé bastante.
Llegaste y casi en forma de súplica pedí un baño urgente, me estaba meando. Así que al baño fuimos. Todo era tan raro y al mismo tiempo, todo era tan normal... tan siempre.
Me mostraste la biblioteca, me convenciste de dejar las mochilas a la sombra de dos desconocidos con los cuales "no pasa nada, de verdad, tranquila" y así, más cómodas sin el peso del cargamento intelectual, seguimos recorriendo la facultad y conocí tus aulas.
De tres ofertas elegimos café en el comedor. Café con leche con medialunas.
Te pregunté a qué hora entrabas a clase. Me dijiste que a las 19 y las 19 marcaban el reloj.
Me invitaste a quedarme.
Y pensar que el año pasado juré no volver a presenciar una clase de química jamás en mi vida.
Terminó la clase y fuimos al baño. (Ahora éramos tres). Y mientras que la número tres orinaba, (te) solté un poco de información.

Sí, lo había hecho.

Salimos y nos tomamos la misma línea de colectivo que estaba de moda hace unos días, la que va en la misma dirección de hace unos días, pero el recorrido terminó para mí donde antes solía empezar.

Terminó lo que empezaba.
Empezó lo terminado.

Aunque todavía no termino de entender por qué quiero dormir tres días seguidos.

Es una buena pregunta, Mariana.

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